César Chelala
Columnista invitado, desde Nueva York
Las próximas elecciones presidenciales de Brasil en octubre marcan un evento trascendental en el país. A lo largo de la campaña, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha sugerido que, al igual que el expresidente de EE.UU., tiene la intención de ignorar los resultados de las elecciones. Esta sería solo una instancia más en la que el presidente brasileño ha seguido de cerca el guion escrito por Donald John Trump.
Tanto Bolsonaro como Trump han reaccionado de manera similar ante diferentes eventos. Ambos minimizaron la gravedad de la pandemia de COVID-19, lo que pudo haber contribuido a los resultados catastróficos que tuvo en ambos países. Ambos impulsaron el uso de la hidroxicloroquina para prevenir o tratar la enfermedad. A fines de mayo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) suspendió un ensayo internacional con hidroxicloroquina, habiendo constatado que causaba un “riesgo de muerte significativamente mayor” en comparación con el de los pacientes que no recibieron el medicamento, según un estudio publicado en Lancet.
Debido a la actitud arrogante de Bolsonaro ante la pandemia, esta se extendió a las comunidades indígenas que habitan áreas remotas de la selva amazónica y a las favelas de Río de Janeiro, hogar de millones de personas que viven en la pobreza extrema y sin la protección de buenos servicios de salud pública. Un editorial en Lancet declaró: “Quizás la mayor amenaza para la respuesta de Brasil al COVID-19 es su presidente, Jair Bolsonaro”. El resultado final: las políticas de Bolsonaro y Trump hacia la pandemia han causado la muerte evitable de decenas de miles de personas.
Ambos presidentes han mostrado un total desprecio por el medio ambiente y las nefastas consecuencias del cambio climático. Durante una entrevista en 2022 de Varney & Company de Fox Business TV Network, Trump dijo al presentador Stuart Varney que el cambio climático es un “engaño”. Explicó entonces: “En mi opinión, tienes una cosa llamada clima que sube y baja. Si miras la década de 1920, se hablaba de una congelación global, ¿de acuerdo? En otras palabras, el globo se iba a congelar. Y luego hablan del calentamiento global, que no pudieron usar porque las temperaturas en realidad eran bastante bajas. Y muchas cosas diferentes. Así que ahora solo hablan del cambio climático. El clima siempre ha estado cambiando”. Irrefutable.
En octubre de 2021, el ministro de Medio Ambiente de Bolsonaro, Joaquim Leite, anunció un “Programa Nacional de Crecimiento Verde” para promover la conservación de las selvas y el desarrollo sostenible. En noviembre, la delegación brasileña a la Conferencia Climática de las Naciones Unidas (COP26) anunció un nuevo plan de acción climática. Sin embargo, las tasas de deforestación en la Amazonía brasileña aumentaron drásticamente durante los dos primeros años de Bolsonaro en el cargo. Entre agosto de 2020 y julio de 2021, se talaron 13.235 kilómetros cuadrados de selva amazónica, un aumento del 22 % con respecto al mismo período del año anterior y la cifra más alta desde 2006.
Al mismo tiempo, el gobierno de Bolsonaro impulsó proyectos de ley que fomentaban la deforestación, amnistiando a los invasores de tierras y flexibilizando las licencias ambientales. Abrieron los territorios indígenas a proyectos mineros de alto impacto ambiental negativo y utilizaron la violencia contra los defensores de los bosques. Una investigación difundida por la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la cuenca del Amazonas, la selva tropical más grande del mundo, expresa que se está a las puertas de la “destrucción irreversible del ecosistema”.
Trump ha dejado un legado de corrupción generalizada durante sus cuatro años en el cargo. El grupo CREW (Ciudadanos por la Responsabilidad y la Ética en Washington) ha registrado 3.737 conflictos de intereses por parte de la administración Trump. Afirma que, “Probablemente hay cientos, quizás incluso miles de conflictos más de los que no tenemos forma de saber”. Y agrega: “Trump abrió la presidencia a los negocios, y durante cuatro años, la influencia económico-política sobre el gobierno estuvo a la venta”.
Para no ser superado por su mentor, Bolsonaro otorgó un poder ilimitado a sus hijos, lo que condujo a una corrupción generalizada. Mientras Bolsonaro culpa al expresidente Luis Inácio Lula da Silvia por prácticas de corrupción, la familia de Bolsonaro está acusada de comprar 51 propiedades costosas con fondos ilegales. Dos de sus hijos, ambos con cargos públicos, han sido acusados por fiscales estatales de robar fondos públicos de sus socios y de empleados fantasmas. Mientras que Trump prometió “drenar el pantano de Washington”, Bolsonaro prometió llevar “la transparencia por encima de todo”.
Siguiendo fielmente el ejemplo de Trump, Bolsonaro dijo que las máquinas de votación electrónica de Brasil estaban plagadas de posibles fraudes, sin pruebas que lo corroboraran. Y dijo en numerosas oportunidades que él aceptaría los resultados de las elecciones, aun cuando él perdiera, si las elecciones eran limpias. La misma excusa que utilizó Donald Trump para promover la patética insurrección contra el nuevo gobierno en su país.
En julio, Bolsonaro convocó a embajadores extranjeros para denigrar aún más el sistema de votación electrónica de su propio país; una medida que generó preocupación internacional. En agosto, más de un millón de brasileños, incluidos destacados académicos, ex-presidentes, abogados y algunas estrellas de la música popular firmaron una carta defendiendo la integridad del sistema electoral del país. “Recientemente vimos cómo las locuras autoritarias ponen en riesgo la democracia centenaria de los Estados Unidos. Allí, los esfuerzos por quebrantar la democracia y la fe de la gente en la confiabilidad del proceso electoral no tuvieron éxito, y tampoco lo tendrán aquí”, dice el manifiesto.
Bolsonaro ha estado debajo del expresidente Luis Inácio Lula da Silvia en las encuestas de opinión pública. Si Bolsonaro pierde las elecciones –como todo parece indicarlo-- existe una preocupación generalizada de que organice una revuelta y se niegue a aceptar los resultados. Esta sería una triste copia de los eventos del 6 de enero del 2021 en Washington, D.C., una tragedia para Brasil y una grave amenaza para la democracia en ese país y en el resto de América Latina.